Apuntes del natural.
Doy la vuelta ante una carretera cortada. En el primer pueblo que encuentro, una señora me detiene y pregunta si ya han abierto la carretera. Le indico que no, que de hecho acabo de de darme la vuelta un instante antes. Le consulto a mi vez como llegar a un pueblo al que no quiero ir. Quizá por mantener conversación. En el primer cruce que aparece, el coche que viene detrás me hace señas de que voy mal. Identifico al volante a la persona que me dio amablemente las indicaciones para ir al pueblo adonde no quiero ir. Rectifico y tomo el camino correcto. Igual en el cruce siguiente, mientras ella contempla horrorizada cómo siempre me equivoco. Debe pensar a estas alturas que sus instrucciones han sido penosas o que quien conduce delante es un alma perdida. Empiezo a fijarme en todos los desvíos que anuncian el pueblo adónde no quiero ir. Finalmente lo alcanzo y mientras mi coche lazarillo continúa su camino satisfecho, me deshago en agradecimientos. Así consigo llegar al pueblo al que no quería ir.
Me siento en la terraza de una cafetería con un capuchino. Una chica rubia de acento ¿canadiense? me pregunta si me molesta que se siente a mi lado. Veo que hay sitios libres pero no me molesta, al contrario, y creo que así se lo hago saber. Al rato queda una mesa libre detrás mío y se mueve a ella. ¿Qué he hecho mal? Al irme le deseo una feliz tarde. Creo que me da las gracias con su acento ¿canadiense?
Me saludan, mientras paseo, desde varios coches pero como llevo gafas de sol, me limito a devolver el saludo sin identificar a nadie. Uno de ellos se detiene pero continuo mi marcha. Al rato, otro o el mismo coche hace otro tanto. Alguien desciende y me invita a una tertulia, a que lea unos poemas. Me pregunto qué querrían los otros.
He recordado por qué era tan amable doblar las sábanas antes de tenderlas, entre dos.
Me he decidido con un aplomo épico y estoico a estrenar sábanas. Son de inicios de primavera. Llevan flores rojas y hacen juego con fundas de almohada rojas. Mañana me obsequiarán con una almohada realizada con güitos de aceituna calcinados, me pregunto si también será roja. Estoy deseando otro acto de heroicidad y estrenarla.